Una lágrima que besa los labios,
explota en la tristeza eterna
del sabor a mar en la punta de la lengua
y es tan potente que detiene el tiempo,
sin dejar que comprendas, al menos,
un solo pensamiento.
Una lágrima que atraviesa tu rostro,
marca la grieta profunda
que corta todo tu espíritu,
como diamante en un cristal.
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