jueves, 7 de mayo de 2009

La Noche de mi Imaginación

Encandilado en la propia ceguera, tomé un cuchillo y tembloroso decidí acercarme. El reflejo escalofriante en la penumbra sólo brindaba pérdida a esa frívola noche septembral. Intentando no tropezar con nada, casi arrastrando los pies, me deslicé por la silenciosa sala azul marina. Trataba de seguir su respiración a medida que la mía se volvía más y más pesada. El largo pasillo me obsequió una imagen en espectros. El temible crujido en el suelo, debido a un enemigo avanzando junto a mí, logró sobresaltarme hasta erizar cada uno de mis cabellos. Dejé caer la pequeña vela que me acompañaba desde el corte de luz. Al tener una premonición del forsejeo que se aproximaba a toda velocidad, levanté la filosa hoja metálica y, sin dudarlo, atravesé al despiadado ser que había quedado parado en medio de la sala. Un auto que pasaba, dejó ver con sus luces la habitación vacía y las manchas de sangre en las paredes. Sin lograr recobrarme aún por lo sucedido, me acerqué a la vela y la volví a encender, esta vez, dejándola sobre la repisa del espejo. Observé con cuidado. Se veía salir la punta del cuchillo por detrás de la camisa empapada en el viscoso líquido rojo. Lo quité por el mango y me dejé caer en el suelo. El dolor se fue haciendo más intenso a medida de que me daba cuenta de la soledad fúnebre de ese lugar y que yo era mi único enemigo.


No hay peor pelea que la que se tiene con uno mismo...

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